sábado, 19 de noviembre de 2016

El poder de la Misericordia - Jesucristo, Rey del Universo


Al finalizar el año de la Misericordia, el evangelio nos sitúa ante la escena del Calvario, en cuyo centro destaca no un trono majestuoso sino una Cruz, o sea, el patíbulo de los condenados, en el cual proclamamos la realeza de Jesucristo, ¡pero no un Cristo Rey con rasgos de los gobernantes de este mundo y sus problemas de poder! Desde el Calvario se manifiesta el reinado de la misericordia.

Uno de los males que corroe y echa a perder la vida de los seres humanos es el hambre de poder. El poder tiene que ver con el anhelo de controlar y asegurar la propia vida por una posición económica o social, obtener el reconocimiento de los demás, afirmar el valor de sí mismo ante las propias inseguridades, o manejar el curso de los acontecimientos. Esos anhelos son la inútil pretensión de salvarse a sí mismo. Vivir en esa lógica de controlar genera una  dinámica insaciable,pues el poder -en todas sus formas- siempre necesita más poder para mantener su propio poder. 

La lógica insaciable del poder lo justifica todo: la mentira, el chantaje moral o afectivo, el engaño, la manipulación descarada o encuberta, y todo tipo de pillerías y sinvergüenzuras. Pero... atención... el poder no es algo que sólo tenga que ver con la política, sino con todos los aspectos de la vida: la familia, las relaciones afectivas y sociales, el mundo laboral y, también, la Iglesia. El problema del poder nace del corazón humano en su afán de controlar lo que él considera "su" salvación. 

Al pie de la Cruz, todos reclaman de Jesús que se salve a sí mismo: "si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo" (Lc 23, 37). Usan el lenguaje del poder y desafían a Jesús para que se coloque en el mismo plano. Ante el lenguaje del poder, el Señor Jesús parece no escuchar; al contrario, en la Cruz aparece como perdedor: no hizo valer ningún derecho, no se ahorró ninguna contrariedad, no pretendió imponer nada ni manipular a nadie. En la Cruz sufrió, oró, ofreció su vida y derramó su amor perdonando a los que lo mataban. El Señor Jesús sólo puede ser reconocido como Rey a través de una adhesión libre, o por medio de una adhesión en el amor y no en los signos de poder.

Las pocas palabras que Jesús dice, son las únicas que a él le interesan; el perdón y el consuelo definitivo para el ladrón arrepentido, que no espera milagros sino un poco de compasión. Así, el "buen ladrón" se convierte en el primer ciudadano del Reino: "te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso". Ese es el poder de la misericordia. 


Ambientación: Al celebrar este domingo de Cristo Rey del Universo, estamos -al mismo tiempo- finalizando este Año de la Misericordia, que ha sido un tiempo de gracia para acoger y testimoniar que Dios reina por medio de la misericordia. La misericordia es el otro nombre de Dios y, por eso, sólo la misericordia es la que crea un mundo nuevo. En esta Eucaristía agradezcamos el regalo de la misericordia divina y pidamos que ella siga transformando nuestras vidas, familias y nuestro mundo. 


Primera lectura:     2 Sam 5, 1-3
La primera lectura del 2º libro de Samuel, nos presenta la consagración de David como Rey, figura del Mesías que había de venir

Salmo:     ¡Vamos con alegría a la casa del Señor!

Segunda lectura:     Col 1, 12 - 20
En un himno de la carta de los Colosenses, el apóstol Pablo nos presenta el señorío universal del Señor Jesús, quien es el Principio y la Cabeza de todo lo que existe.

Aclamación al Evangelio:
Aleluya. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! Aleluya.

Evangelio: Lc 23, 35 - 43
En el evangelio acojamos la Buena Noticia del Señor Jesús, que desde la Cruz reina con el poder de la misericordia y no con los poderes de este mundo.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Después de que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes burlándose decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!". También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo". Sobre su cabeza había una inscripción: "Éste es el rey de los judíos". Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba, diciéndole. "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo". Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino". Él respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso". 
Palabra del Señor.          R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
¿Que significa en mi vida que el Señor Jesús sea mi Rey y mi Señor? ¿Cómo me manejo con el tema del poder? ¿Creo en el poder del amor? ¿Que pasos de conversión debo realizar para seguir creciendo en la práctica de la misericordia? 


El Domingo, día del Señor
Jesucristo, Rey del Universo ( S )
Eduardo Carreño C. - Comunicaciones
Parroquia San Gregorio.



















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