No cabe nuda que gracias a la interconectividad hoy podemos darnos
cuenta de la inmensa amplitud y diversidad que conforma nuestro mundo,
sin que necesariamente esto signifique de fondo "estar conectados" a él.
Sabemos, con mayor conciencia, de todo lo que pasa y que pasa de todo.
Pero en realidad -y es entendible - que cada uno va definiendo "hasta
donde pone la mirada" (y, como lo entendía la sabiduría semita, donde
más miran nuestros ojos es donde residen nuestros deseos y tenemos
puesto el corazón). De lo demás, "como que sabemos...", pero nos
desentendemos.
En Jesús muchas cosas se hicieron inentendibles
respecto a Dios. Inentendibles, pero maravillosas, porque estaban
cargadas de "Buena Noticia", de esperanza, de anhelo humano auténtico,
de un Dios vivo con nosotros. En realidad, en Jesús las muchas cosas de
Dios se entienden mejor porque estaban muy cerca de nuestra vida. En
Jesús, Dios se sitúa inentendiblemente como el que sirve y nos vuelve a
llamar, nos vuelve a conquistar el corazón para ponernos al servicio más
allá de nuestras propias fronteras.
Si tomamos en serio nuestro
bautismo y la misión de la Iglesia, no podemos desentendernos de todo lo
que está pasando en nuestro mundo y "hacernos sordos" a al llamado (y
ejemplo) que Dios mismo nos hace de fijarnos -como resaltaron el año
pasado nuestros obispos - en quienes no están gozando del pan, del
trabajo, de la fraternidad, de la libertad, de la equidad y del respeto a
la dignidad que nos ofrece su mesa, la mesa de todos.
Comisión Nacional de Pastoral Vocacional
CECH
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