El evangelio de hoy está estrechamente relacionado con el de domingo pasado, en el que Pedro proclamaba su fe -la fe de la Iglesia- en Jesús como Mesías. Hoy, el evangelio nos muestra de qué modo el Señor Jesús es Mesías y qué significa seguirlo.
Una vida entregada
El Señor Jesús anuncia a sus discípulos acerca del modo en que es Mesías; les dice que Dios no actúa desde el poder que se impone doblegando voluntades, les dice que Dios no actúa desde el brillo espectacular de las apariencias de este mundo, sino que actúa despertando el amor desde su propia entrega de amor.
Para anunciarles esto, el Señor Jesús les anuncia su pasión, su camino de entrega y su cruz. Les anuncia el extraño modo que Dios tiene de hacer las cosas, pero que es el único que manifiesta el amor que Dios nos tiene: viviendo él mismo una vida entregada hasta la muerte.
El camino del Mesías es el camino del Siervo, camino que es de pleno éxito, pues concluye en la resurrección, pero pasando por el oprobio de la persecución y la muerte en cruz. El camino del Siervo, que concluye en la resurrección, no tiene nada de fatalismo ni de dolorismos, si tiene todo lo que significa una vida entregada.
Un Mesías "a mi manera"
El anuncio que el Señor Jesús hace de su camino de vida entregada es una invitación a aceptar la totalidad del programa del Mesías, incluida la cruz. Sólo hay una manera de ser cristiano: seguir a Jesús en la totalidad de su vida entregada, sin dejar de lado lo que nos supone compromiso verdadero, riesgo y dificultad, incluido el sufrimiento y la cruz.
El evangelio nos presenta la reacción de Pedro que quiere un Mesías "a su manera", y no acepta que el camino de Jesucristo pueda ser de renuncia y de cruz, el camino de una vida entregada por otros. La fuerte reacción del Señor Jesús ante Pedro que quiere un Mesías " a su manera" para así "ser cristiano a su manera", nos muestra la seriedad del asunto. Jesucristo le dice: quítate de mi vista, Satanás... tú piensas como los hombres, no como Dios.
Comisión Nacional de Liturgia Eduardo Carreño C.
Parroquia San Gregorio
Orar con los pueblos originarios
En los pueblos originarios está la raíz de nuestra identidad como continente. De ellos heredamos costumbres, comidas, palabras que nos caracterizan. Sus culturas están profundamente tejidas en la trama de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, pese a su aporte y su presencia, muchas veces son menospreciados y se desconoce su diferencia y su aporte. En muchos lugares ven amenazados sus modos de vida, sus identidades, su diversidad por modelos de desarrollo que no les reconocen como tales.
Como Iglesia reconocemos y valoramos el aporte de los pueblos originarios a la construcción de la sociedad, y vemos con esperanza su presencia y su aporte en la construcción de una sociedad con espacio para todos y todas; una sociedad que asuma y aprecie los valores humanos que ellos nos regalan.
Por eso, como Iglesia que asume la causa de los pobres, alentamos la participación de los pueblos originarios en todas las esferas de la vida, porque "la diversidad no significa amenaza, no justifica jerarquías de poder, sino dialogo de visiones culturales diferentes, de celebración, de interrelación y de reavivamiento de la esperanza".
Felepe Mai... Hinataq kachín... Ukjamapan... Amén.
Eduardo Carreño C.
Comunicaciones Parroquia San Gregorio
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