"Mujer, qué grande es tu fe". ¡Qué hermoso elogio el que Jesús hace a esta mujer. es quizá uno de los elogios más hermosos que una persona puede recibir del Señor.
Nosotros sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios. Sabemos también que ella mueve montañas y que ella fue la primera exhortación en la predicación del Señor. "Conviértanse y crean". Pero el evangelio que se nos ofrece este domingo nos dice algo más. Nos dice que la fe es capaz de acortar todas las distancias. Que puede derribar todos los muros que nos separan de Dios. Que con fe, todos, pueden ser oídos por el Señor, que él siempre nos escucha a todos. Incluso a los que se sienten lejos o efectivamente están lejos.
En efecto, hoy se nos pone delante la experiencia de la mujer cananea. Ella era extranjera para Israel, y por eso se sentía lejos de Dios. Pero a pesar de eso, esta mujer va donde Jesús. ¿Qué la mueve? Un gran dolor. A veces es el dolor, lo que nos lleva hasta el Señor. Bendito dolor si nos lleva a los pies del Señor. Y Jesús, que está siempre atento al sufrimiento de los demás, al principio parece no atenderla. Ese silencio genera en la mujer un deseo aún más grande de ser atendida. Lo que finalmente logra, pues Jesús la escucha, la elogia, y le da lo que le pide.
Hoy hay gente que se siente lejos de Dios. Puede ser que alguna vez, quizá ahora mismo, nosotros nos sintamos lejos de él. ¿Vamos a dejar las cosas así? La celebración de hoy puede ser la oportunidad para emprender con renovadas fuerzas el camino hacia el Señor. Él nos estará esperando. Quizá callará un momento, pero es porque nos estará escuchando. Volveremos a pedir. Quizá Jesús celebrará nuestra fe, y si es su santa voluntad, podrá cumplir nuestro deseo.
CONALI - Eduardo Carreño C. Comunicaciones - Pq' San Gregorio
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