Hace un tiempo atrás hubo una jornada organizada por la Sociedad Chilena de Psicología Clínica, con el titulo que encabeza estas letras. Se constató, una vez más que la actitud con la que se enfrentan los problemas y situaciones cotidianas, determinan la respuesta del organismo a las enfermedades. Es decir, nuestros estilos de vida muchas veces potencian y crean las condiciones psicológicas para enfermarse. Hoy está comprobado que enfermedades cardiovasculares y el cáncer están íntimamente ligados con la depresión y el estrés que afectan al sistema inmunológico, dejándonos a merced de estas dolencias. también afecciones dermatológicas, incluso neurológicas están siendo gatilladas por maneras de enfrentar la vida, que tienden a enfermar.
Vivimos en una sociedad que privilegia la productividad, la competitividad y el individualismo a costa muchas veces, del bienestar integral de la persona. El costo que se paga a veces es muy alto. Nos maltratamos pero como no tenemos claridad sobre las consecuencias que esto produce, no hacemos nada para evitarlo. Es un circulo vicioso del cual no es fácil salir.
Sabemos que no podemos escapar de esta sociedad pero sí podemos modificar y agregar nuevos estilos de vida que terminen o al menos disminuyan las condiciones que hacen propicio que nos enfermemos. Debemos honradamente detectar las conductas que llevan a enfermarnos y que pueden ser revestidas. ¡Cambiar el escenario en que se gestó o se está gestando un estrés! Preguntarnos: ¿Qué nos produce ansiedad, irritación o tensión extrema? ¿Qué hago con mi tiempo libre? ¿Hace cuanto tiempo que no río o lloró? ¿Cuándo fue la última vez que conversé sobre mis dolores y alegrías? ¿Cómo está mi capacidad de perdonar? ¿Hace cuanto que no voy a un retiro o una experiencia que me puede potenciar el alma?
Tenemos que darnos limites adecuados de trabajo y momentos gratos en que expresemos nuestras emociones. Ejercicio físico y sana alimentación. No se trata de "dar recetas", si de cuestionarnos por nuestra manera en que caminamos en nuestra existencia y hacia donde nos va llevando.
Teilhard de Chardin -científico y gran teólogo jesuita- decía: "lo realmente difícil en la vida no es resolver los problemas, sino el saber vivir con problemas". No podemos escapar de nuestra realidad, sin embargo, en cada uno de nosotros está la posibilidad de revisarlos, darles un sentido. Cambiar la mirada, transformar la manera en que enfrento a las cruces de cada día. Abrirnos a los otros, no quedarme encerrado con mis propias llagas porque ahí supuran. Hay que exponerlas al bálsamo cálido de la solidaridad y del amor. Cuando estamos en una cama en el hospital mi mirada se abre a la vida cuando observo al que está a mi lado. Mi sufrimiento adquiere un sentido al ver al otro. Se despliega una espiritualidad que sana.
Cristo con llagas aparece a los discípulos pero transfigurado luego de la Resurrección. El misterio no es ingenuo, las huellas de las cruces ahí están. Sin embargo, el misterio central de nuestra fe significa una convocación urgente para preguntarnos lo que tenemos que transformar. Observemos nuestra manera de vivir y dejemos que la resurrección se inserte en nuestras relaciones y tengamos la fuerza suficiente para hacer los cambios necesarios. Hoy, no mañana cuando ya estemos enfermos. El Señor de la Vida nos dice: ¡Dime como vives y te diré si me has escuchado!
P. Juan Pablo Cárcamo, s.j. Eduardo Carreño C.
Comunicaciones
Pq' San Gregorio
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