Reflexión personal: Misioneros en espíritu y en verdad.
Felizmente, existen personas que se preocupan cuando alguien lo está pasando mal, que ponen la nota de alegría en la vida, que toman iniciativas para que el grupo esté mejor, que se la juegan cuando alguien está siendo tratado injustamente, que enseñan con su ejemplo a confiar en Dios, que están dispuesto a ayudar... Este tipo de personas son una bendición para los demás.
Cuando el Señor nos dice que los cristianos estamos llamados a ser "luz del mundo y sal de la tierra", nos está desafiando a eso, a ser una bendición para aquellos con quienes convivimos.
Esto no es menor. Es un desafío constante.
Pero hay algo más: ¿De dónde brota en mí ese espíritu de servicio? ¿Por qué lo hago?, hay muchas razones valederas. También hay motivaciones menos confesables. Cuando tu espíritu de servicio no brota del fondo de tu corazón, corre el riesgo de dejarte mal, de fallar ante las dificultades. Jesús dijo: Mi comida es hacer la voluntad de aquél que me envió y llevar a cabo su obra. Claro, porque él tenía su corazón seducido por Dios. Él era un verdadero adorador en espíritu y en verdad. Su religiosidad no era sólo prácticas piadosas. El amor de Dios lo llevaba a vivir su vida entera en amor a los demás y con especial sensibilidad por los que lo pasaban muy mal.
Por eso cada uno de nosotros, que estamos llamados y enviados a ser misioneros, con nuestras capacidades y limitaciones, debemos cuidar que nuestra experiencia de Dios sea lo más profunda, personal y cercana a la de Jesús.
Para que seamos, también nosotros, "adoradores en espíritu y en verdad". Y nuestro servicio misionero brote, cada vez más, de lo más hondo de nuestro corazón. Y, como Jesús, nos la juguemos por los que sufren, por los excluidos.
¿Cómo es tu experiencia de Dios? ¿Te sientes acogido? ¿Te llama a revisarte?
¿Te hace sentir hijo suyo, hermano de todos?
¿Te mueve a estar cerca de quienes te necesitan?
Vicaría General de Pastoral
Arzobispado de Santiago
ecc
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