Jesús dijo que somos "la luz del mundo" y, que brilla sobre una montaña, a la vista de todos. Nos concedió una clara y pública identidad. También nos dijo que somos "sal de la tierra", los que tenemos que darle el buen gusto a la vida, a las relaciones humanas y a las actividades de nuestras comunidades. No obstante, si le preguntamos a la gente si son católicos, muchos contestan que "si", pero aclaran no "practicantes" y menos "fanáticos", o "más o menos", por que temen dar una respuesta más jugada. Muchas veces, estas respuestas corresponden a la verdad.
Quizá, el "más o menos" sea un aspecto muy acentuado de nuestra cultura actual.
La política nos interesa... más o menos.
El hambre en el mundo nos importa... más o menos.
La cuestión ecológica nos parece una teoría abstracta y lejana, ya que nos toca más o menos...
La vida de la comunidad cristiana nos convoca más o menos...
Tantas cosas en nuestra sociedad van más o menos... porqué así somos.
Pero, cuando se trata de identidad, las cosas cambian. Nadie es "más o menos" un ser humano, nadie es "más o menos" hijo, madre, esposo, profesional...
La cultura del "más o menos" genera una amplia zona de mediocridad, de falta de compromiso, de egoísmo, de pereza y de comodidad. El "más o menos" no nos compromete a nada, ni con nadie.
El evangelio nos aclara que los bautizados recibimos una luz, que es presencia de Jesús que nos quema adentro, salvo que tapemos esa luz y cultivemos el "más o menos" vamos a ver si nos salvamos.
Seguramente, no faltó en tu vida un momento en que te sentiste juzgado por tu fe, te sentiste maltratado en la comunidad o simplemente feliz, aunque sufriendo, cómo Jesús te imaginó. ¿O te escabulliste de ese momento con un "más o menos", sin jugarte claramente y mostrar así tu identidad cristiana?
Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo (Mt 5, 16).
P. Aderico Dolzani, ssp.
¡Salgamos a anunciar a Jesucristo!
El papa Francisco nos invita a dar testimonio de aquellos en que creemos. Nos propone vivir nuestra fe compartida con nuestros hermanos y hermanas, con generosidad y confianza.
- Decisión y audacia son necesarios para este impulso misionero. Queremos aceptar como discípulos la invitación del Señor y dar el paso de salir del encierro en que muchas veces vivimos, y abordar con audacia nuestro empeño misionero.
- En la vida cotidiana queremos dar testimonio y ser sal de la tierra: en el trabajo, en el barrio, pero primero y principalmente en la familia somos llamados a mostrar que Jesús vive en nosotros. Queremos que nuestras acciones y palabras sean una fuente de Vida en Cristo para nuestros hermanos.
- Cada uno de nosotros es el primer llamado a convertirse al evangelio. Transformado por la gracia del Señor, nuestra pastoral será impregnada por este ardor misionero, que renovará las estructuras fortaleciendo su dimensión misionera.
- El Santo Padre nos exhorta a situarnos en las periferias, junto a quienes viven en las afueras de la vida social y eclesial. Son periferias geográficas, culturales y existenciales. No podemos quedarnos instalados en la comodidad de nuestras vidas.
¡Hagamos de nuestra vida cotidiana un estado permanente de Misión!
www.iglesiaenmision.cl
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