La tradicional fiesta de la Presentación del Señor, que antes llamábamos de la Virgen de la Candelaria, cae este año en domingo.
Nos alegramos de acompañar a María y José en la consagración de su Hijo al Señor.
El evangelio de hoy presenta dos viejos distintos, llenos de esperanzas: Simeón y Ana. Les tocó recibir a María y José cuando llevaron a su guagua, de apenas 40 días, para presentarla en el Templo de Jerusalén. Fieles a la ley judía, los padres de Jesús habían peregrinado desde Belén para purificarse, ofrecer un modesto sacrificio de dos pichones de paloma y consagrar a su primogénito al Señor.
La oración que el anciano Simeón pronuncia, tomado al niño en sus brazos, es una de las más hermosas de la Biblia; se reza cada noche en las Completas de la Liturgia de las Horas: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz... porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones... y gloria de tu pueblo Israel". La vieja Ana, por su parte, da gracias a Dios y habla "acerca del niño a todos los que esperaban la redención".
Nuestra sociedad margina cada vez más a los ancianos.
En el imperio de la eficiencia y de la rentabilidad, muchas veces son considerados una carga y un estorbo. Lejos de admirar la sabiduría que han acumulado en su vida, se les considera de otra época, no vigentes, inservibles.
Hoy estamos invitados a admirar e imitar la esperanza y la profunda felicidad de Simeón y Ana, que brota del tomar en sus brazos a Jesús y reconocerlos como el autor de la salvación. ¡Él es la luz del mundo!. Y nosotros, a amar y cuidar a nuestros ancianos, que también son Buena Noticia.
CONALI
Vamos al encuentro de Jesucristo.
Al iniciar la Misión Territorial de nuestra Iglesia, somos invitados a un desafío apasionante y decisivo: ir al encuentro de Jesucristo, nuestro hermano y Señor.
- Conocerlo es la aventura más maravillosa. Tal vez la vida que tenemos no será suficiente para aproximarnos al misterio indescriptible de su persona. En el acercamiento a la Sagrada Escritura, en la vida sacramental, en el servicio a los hermanos, nos acercamos cada vez más a su experiencia de amor, y ayudarnos a que ella impacte y se plasme en nuestra vida.
- Amarlos será la consecuencia natural. Acercarnos a él y descubrir su amor y misericordia infinita, nos permitirá unir para siempre nuestra vida con la suya.
- Celebrar su vida en la liturgia, hacerlo presente con entusiasmo en cada momento de nuestra vida cotidiana, será el testimonio de nuestra gratitud por tanto amor recibido.
- Seguir a Jesús y hacer nuestro su proyecto del Reino de Dios, es un desafío entusiasmante. Compartamos con otros hermanos y hermanas que Jesucristo es Camino, Verdad y Vida.
¡Hagamos de nuestra vida cristiana un estado permanente de Misión!.
www.iglesiaenmision.cl
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