domingo, 10 de noviembre de 2013

¿Qué viene DESPUÉS DE LA MUERTE?

Para los cristianos la vida después de la muerte es una certeza fundamental. Hablamos de ella no desde la experiencia, que no tenemos, sino sólo desde la fe en la Palabra de Dios. Esa Palabra, que es Jesucristo, descorre delante de los ojos de nuestra mente y de nuestro corazón ese velo que nos separa de la Vida eterna. Ya la encarnación de Dios, que se hizo humano, es una palabra clara para comprender los misterios. En Jesús, Dios se hace comprensible, al alcance de nuestra experiencia.
San Pablo dice que ahora vemos como en un mal espejo, confusamente, pero después veremos cara a cara. Si tuviéramos que poner un ejemplo para describir la relación entre nuestro mundo y el eterno, pensemos en la vida de un niño en el útero de su madre y en su vida cuando nace. ¿Qué entiende esa guagua, mientras está en el vientre de su mamá, del mundo que hay allá fuera?  Casi nada: apenas sonidos y movimientos.
¿Qué podemos decir nosotros de la vida después de la muerte? Nada, si la Palabra de Dios no viniese a nuestro encuentro. En la respuesta a los saduceos algo se descorre el velo. Jesús explica que las características del mundo de los resucitados son opuestas a las del mundo actual. Con la resurrección la vida es continúa, no tiene inicio ni fin, no hay necesidad del matrimonio con vistas a la fecundidad y la muerte ya no existe. Es una vida de comunión plena, de amor pleno entre todos los seres humanos, sin lágrimas, amarguras ni afanes.
Pero a los cristianos, tanto como lo que viene después de la muerte, nos interesa lo que hay antes de ella : ahora. Se puede decir que el paraíso comienza ya en esta Tierra cuando nos esforzamos por vivir según el evangelio. Allí donde brota el evangelio, allí brota la Vida eterna. Por eso decimos "Creo en la Vida eterna". El paraíso lo podemos vivir desde ahora.


Comisión Nacional de Liturgia.



La fe construye una ciudad confiable para el hombre.

La fe en Jesús y en Dios nuestro Padre que nos ha amado, nos consuela, nos regala esperanza y nos confirma en todo lo bueno que hagamos y digamos; es esto lo que nos mantiene unidos como hermanos.
La unidad de los hombres no se funda en puros intereses, en la utilidad ni en el miedo, ni aún en el puro sentimiento de igualdad -como nos recuerda el Papa en su encíclica "La Luz de la fe" - sino en la bondad y alegría de vivir juntos.

La fe nos ayuda a construir una sociedad de todos y para todos; nuestras ciudades y campos donde vivimos, trabajamos y caminamos juntos.

La igualdad en una sociedad no es simplemente producto de un acuerdo social, sino es el resultado de la fraternidad mutua, y esta no es sustentable sin la verdadera presencia de un Dios Padre. 
La fe es un indispensable aporte para el bien común de un pueblo. La misma es la que permite el perdón cuando se ha roto el vínculo fraterno.

La fe, en este sentido, es un decisivo aporte al bien común del país y de la convivencia de los pueblos.

Secretaría General CECH 

No hay comentarios:

Publicar un comentario