domingo, 13 de octubre de 2013

Dar GLORIA A DIOS

Dios no necesita que le demos gloria, somos nosotros los que nos enriquecemos cuando lo alabamos. 
Darle gracias es un deber de justicia, por todos los beneficios y regalos que nos concede, y el primero de ellos es la fe.
Los diez leprosos hoy son sanados, pero uno solo de ellos recibe la salvación. ¿Qué hace diferente a este leproso de los otros nueve que también en fueron sanados? La fe, por la cual reconoció al Señor como su Salvador, se postró ante él para adorarlo, y gritó su acción de gracias y su alabanza a Dios. Pudo ver con los ojos de la fe, que esta sanación que recibió por la palabra de Jesús, era un don de Dios, para que pudiera creer en él. Naamán,  que era también leproso, dudó de la palabra del profeta Eliseo: los grandes ríos de su patria le parecían mejores para sumergirse  que el pequeño río Jordán, pero lo hizo, y quedó sano, y creyó en Dios y en su profeta Eliseo. No siempre son necesarios, los grandes acontecimientos o hechos extraordinarios para que los milagros se puedan verificar, a veces son las pequeñas cosas de cada día, las cosas mínimas (como el pequeño río Jordán) las que por la Palabra del Señor quedan transformadas en hechos de vida y de salvación
Naamán se llevó a su patria un poco de tierra de Israel para poder rezar y agradecer a Dios postrándose sobre tierra santa. El leproso samaritano que regresó, se postró en tierra delante del  Señor, glorificando a Dios por el milagro recibido. La palabra y la acción de Cristo los salvaron, la  gloria que merece también debe ser de palabra y con la acción. Nuestra vida entera es la que está llamada a dar gloria a Dios, nuestro pensar, nuestro sentir, nuestro obrar. La gloria de Dios es que el hombre viva y la vida del hombre es dar gloria a Dios.
CONALI

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