Quizás, al leer el texto sobre la riqueza y las advertencias a los ricos, podemos pensar que esto es para otros que consideramos que sí son ricos. El evangelio de ayer domingo dice que los Apóstoles . que no eran gente de fortuna- se sorprendieron de las palabras de Jesús y le preguntaron: entonces ¿quien se podrá salvar?
Quizás lo que nos pasa es que a pesar de todo lo que dice el Señor Jesús, vemos en la prosperidad material un signo de bendición divina, y contamos la cantidad de bienes y no el grado de apego a ellos, sean pocos o muchos. A mayores bienes, más difícil es estar desapegados y compartirlos; pero se puede vivir con corazón de rico y no compartir lo que tenemos, aun pensando que es poco.
Las dos tristezas
El hombre que se acercó a Jesús era sincero en su pregunta ¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna? Jesús le hizo una propuesta audaz: Le dijo: 'una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme'. La propuesta de Jesús es una invitación a confiar en él y ser signo de un mundo nuevo según Dios, en la alegría de compartir.
El texto dice que ese hombre abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. A la tristeza de ese hombre, hay que sumar la de Jesús al ver a uno que, a pesar de sus buenas intenciones, era incapaz de dar pasos de libertad hacia la alegría de compartir.
Un corazón libre
Que los bienes son importantes en nuestra vida, Jesús lo sabe bien: por algo el Padre Dios creó todas las cosas. Pero el Señor sabe hasta dónde alguien apegado a sus bienes se hace esclavo de ellos. De ahí las advertencias a los que se hacen incapaces de compartir, en la comparación del camello y el ojo de la aguja. Un corazón apegado a los bienes ya no es libre.
CONALI
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