sábado, 4 de febrero de 2017

Dios nos llama a ser luz


Después de proclamar las bienaventuranzas, Jesús dice a la gente que, si las asumen como regla de vida, se convertirán en luz y sal del mundo. Esto no significa que tenemos que esforzarnos en iluminar, así como una vela encendida alumbra porque es su esencia misma, y la sal da sabor sin ningún esfuerzo. El cristiano que vive a imagen de Cristo es luz y sal sin hacer nada especial, es luz y da sabor a la vida del prójimo. 


El evangelio también señala que Dios es la luz del mundo, y nosotros, con nuestros límites y nuestras sombras, también, porque llevamos a Dios con nosotros. No somos espejos que reflejan, poseemos luz y sabor propios por el solo hecho de ser cristianos.

Jesús nos pide obrar como personas de la luz: son los de corazón puro y manso, alma de pobre, con ideales de santidad, que no tienen la lógica del mundo y de los potentes. Cuando el amor es la única guía y regla de vida, la luz brilla, y el sabor de la vida serena y feliz se irradia. Sucede en ciertas personas, públicamente no se destacan, quizás enfermas o ancianas, necesitadas de todo, pero que a su alrededor reúnen un enjambre de gente, incluso lejana.


No somos luz y sal por las muchas experiencias de vida, los estudios de las ciencias sagradas o las prácticas religiosas. El camino para ser luz y sal no es otro que salir de nuestro egoísmo para que Cristo crezca en nosotros y forme nuestros pensamientos, modele los sentimientos de nuestro corazón y sea la regla con que decide nuestra conciencia. En las palabras de Pablo: "Hasta que Cristo se forme en nosotros".



Escuchando la palabra de Dios, celebrando la Pascua en su memoria, vamos modelándolos a su imagen y semejanza... o nos endurecemos encerrándonos en nosotros mismos. Hoy Dios nos llama a ser cada día más como él.
"Ustedes son la luz del mundo", Mt 5,14.


P. Aderico Dolzani, ssp
Eduardo Carreño C. - Comunicaciones
Parroquia San Gregorio

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