viernes, 13 de enero de 2017

El Señor nos libera de la esclavitud del pecado




Terminada la Navidad, iniciamos el Tiempo Ordinario. 
Una invitación a mirar a Jesús. Hagamos de estos días de verano, y para algunos de vacaciones, espacios propicios para encontrarnos con el Señor y descubrirlo junto a nuestra familia y amigos. Acojamos también a los hermanos que llegan a nuestra comunidad a celebrar el misterio central de nuestra fe durante sus vacaciones. 




Iniciamos un nuevo año, llenos de ilusiones. La Palabra del Señor nos abre un camino para vivir ese ideal. El profeta Isaias nos da la entrada cuando le revela a su pueblo que la liberación con la que sueña, pasa necesariamente por el encuentro con Dios, de quien nunca debió separarse.

En el evangelio dice que "Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo:  
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". ¿Cuántas personas del tiempo de Jesús captaron "Quién" era él? ¿Cuántas solo se quedaron con lo exterior?




Nuestra vida familiar o social se empobrece, muchas veces, porque no sabemos "ver". Nos pasamos la vida, como dice el poeta, "Hartos de mirar sin ver". Nos quedamos en las apariencias superficiales.



Las palabras de Juan identifican aquí a Jesús con el Salvador: con aquel que carga sobre sí nuestros pecados: "el que quita el pecado del mundo".   Así, en singular. Y este singular es significativo. Jesús carga sobre él y hace desaparecer el pecado de la humanidad. ¿Cómo ayudar en esta tarea al Señor? En primer lugar luchando contra el mal en mí, en cada uno de nosotros mismos y luego luchando contra el mal dondequiera que este se encuentre.

Que el mismo Cristo nos ayude a caminar con él en esta misión, en nuestro ambiente, en nuestra familia, en nuestras responsabilidades.

Jesús no es el simple ciudadano de Nazaret. Él es el Hijo de Dios, lleno del Espíritu. La luz de las naciones que nos anuncia Isaías.





Ante los problemas actuales, indudablemente  el mundo está necesitado de luz: ¿Contribuyo con mi optimismo, mis iniciativas, mi alegría, mi fe cristiana a darle luz al mundo? 






Primera lectura.   Is 49. 3 - 6   El Siervo de Dios tiene, por un lado, la misión de congregar al pueblo de Israel disperso y luego darle a ésta tarea una dimensión universal. En Jesús esta misión alcanza su plenitud.
Lectura del libro de Isaías. 

Salmo 39              Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. 

Segunda lectura    1 Cor 1, 1-3
La Iglesia continúa su obra salvífica comprometiéndose a liberar del mal a todos los hombres. San Pablo recuerda a los Corintios, y a nosotros hoy, nuestra vocación a la santidad.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. 

Aleluya. La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. A todos los que la recibieron les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Aleluya. 

Evangelio    Jn 1, 29-34
Juan el Bautista indica que Jesús es el Mesías esperado por Israel que lo liberará de la opresión del mal y del pecado: Él es el Cordero de Dios. 

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.  


Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: "Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel". Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero él que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza  en el Espíritu Santo". Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios".

Palabra del Señor.     R/. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión.
Nosotros hemos sido bautizados pero hemos de dar pasos permanentes para renovar esta gracia sacramentalmente: ¿Estamos atentos para reconocer al Señor cuando viene a nosotros? El testimonio ¿presenta a Jesús como experiencia vital o se reduce a discutir de él como idea? ¿Nos dejamos fascinar por la persona de Jesús o, nuestros seguimiento de Jesús es meramente voluntarista?.


                                 Dimensión Misionera de la Iglesia.

¿Quién no ha sido visitado por una persona que la estimula a hablar de Dios? ¿Quién me invitó a un mes de María, a una Misa, a una celebración y descubrir la vida de fe? ¿O acaso fue la iniciación a los sacramentos de mi hijo o hija la que me llevó a percibir que aquí hay algo relevante?
Esta es la dimensión misionera de la Iglesia. Tarea que la hacemos todos los creyentes con nuestros familiares, amigos y amigas, vecinos, vecinas, etc.
¿El método? El dialogo, la invitación, el testimonio que hace al otro pensar que es algo bueno a lo que se me convoca. Buscamos mostrar la fe, la riqueza y la fuerza que el Evangelio ha puesto en nosotros.
Los creyentes, hacemos esto porque lo hemos recibido en la comunidad de la Iglesia y lo compartimos con alegría, nos sale naturalmente.

Motivar y cultivar esta dimensión es la tarea de los equipos misioneros parroquiales, para ser una Iglesia en salida, organizada para este fin. Tal llamado se ha intensificado con las convocatorias del papa Francisco a hacer lío, a no quedarse en el balcón, a ser los primeros en invitar y dar testimonio de lo que hemos recibido.



El Domingo, día del Señor
Eduardo Carreño C.
Parroquia San Gregorio








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