Hoy comienza la Semana de la Familia. Desde que Dios quiso encarnarse en un hogar como tantos, la familia humana se transformó en la primera Iglesia de todos sus hijos, el lugar donde, como un eco de la comunión trinitaria de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, los creyentes aprenden a amar a Dios y al prójimo, y a construir un mundo de hermanos. Sabemos a qué desafíos está enfrentada y a qué peligros sometida la familia en nuestra cultura. Por eso, en esta semana queremos volver a ponerla en el centro de nuestra oración, de nuestro cuidado y de nuestra esperanza de un mundo mejor.
La viña que hoy aparece en la lectura del profeta Isaías es una imagen del pueblo de Israel, la gran familia de Dios. Él la planta con cepas escogidas, la defiende con un cerco, construye una torre en medio de ella y cava un lagar para el tiempo de los frutos. Pero cuando viene la vendimia, sólo se encuentra con frutos agrios: una mala cosecha.
En el evangelio la viña da buen fruto, pero produce la codicia de los arrendatarios que, para quedarse con la ganancia, matan primero a los enviados del dueño y finalmente a su propio hijo, para apropiarse de la herencia. Las viñas de Isaías y de Mateo quedan marcadas por la desgracia, porque en ninguna de las dos Dios recoge los frutos esperados. ¿No nos pasa algo parecido cuando en nuestras familias no hemos sabido dar los frutos que el Señor espera de nosotros?
Construir una familia no es fácil. Dios espera que seamos lúcidos, respecto a aquello que la amenaza desde fuera y desde dentro, y que seamos capaces de ir a contracorriente cuando la cultura ambiental ejerce sobre ella su fuerza desintegradora. Cuidar la familia es una es una tarea de cada día, pequeña, como la que los trabajadores hacen cuando plantan, desmalezan, podan y abonan la viña. Un trabajo casi invisible, pero clave para una buena cosecha. Es bueno, especialmente en esta semana, descubrir en qué consiste esa tarea para cada familia, de manera que crezca como pequeña Iglesia en la que Dios se sienta en casa y todos nos sintamos en casa en el mundo que con la fuerza del Espíritu vamos construyendo. Nadie tiene derecho a negarle a Dios los frutos que él merece.
Comisión Nacional de Liturgia Eduardo Carreño C.
Comunicaciones
Parroquia San Gregorio
Semana de la Familia y Sínodo de la familia
Estamos iniciando la Semana de la Familia, bajo el lema Familia cristiana, familia misionera, y en el Vaticano se está dando inicio al Sínodo extraordinario de obispos, quienes reflexionarán y discernirán sobre los retos pastorales para ayudar las familias a afrontar sus actuales desafíos a la luz del evangelio.
Tenemos la oportunidad, como familias, de unirnos al Sínodo compartiendo con otras personas aquellos temas que los obispos están dialogando, y lo hacemos en el marco de la Semana de la Familia y de la Misión Territorial.
Seamos misioneros, conversemos en casa, en el trabajo, universidad, sobre los temas que nos desafían, sus gozos y alegrías. Compartamos la belleza y riqueza de nuestras familias, y aquello que nos llena de gozo y nos anima diariamente; dialoguemos también sobre los problemas y dificultades que vivimos.
Pongamos también en oración el Sínodo para el Espíritu Santo ilumine a nuestros pastores.
Comisión Nacional de Pastoral Familiar. Eduardo Carreño C.
Comunicaciones
Parroquia San Gregorio.
Evangelii Gaudium
Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos "discípulos" y "misioneros", sino que somos siempre "discípulos misioneros".
Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos:
"¡Hemos encontrado al Mesías!" (Juan 1,41).
EG 120.
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