Dos discípulos van hacia Emaús y como un peregrino más, Jesús les hace compañía por el camino. Al llegar, los discípulos "lo reconocieron al partir el pan". Desde ese momento, ya no iban a reconocerlo por su apariencia física, pues al partir el pan, que es la manera más antigua de llamar a la santa misa. él "desapareció de su vista". Ahora, Jesús se iba a dejar ver por los signos de la liturgia que él había instituido.
Se nos invita ahora a reconocer a Jesús en los gestos, signos y palabras que toman vida en nuestra celebración. Todo habla de él.
Debemos aprender a reconocerlo con los ojos de la fe. Verlo en la asamblea, que con su actitud de acogida, de adoración y respeto ante el Misterio celebrado, es el mismo Cristo que ora ante su Padre. Verlo en el signo del altar, que el ministro besa e inciensa. Verlo en el signo de ambón, que los antiguos cristianos representaban con la forma de un sepulcro abierto, ya que en el sepulcro se anunció por primera vez que Cristo había resucitado. En fin, verlo en el presbítero -también evocación de Cristo- revestido de la túnica blanca, porque es cristiano; de la estola, porque forma parte del orden de los presbíteros, y la casulla, ornamento que sólo él y el obispo utiliza, porque sólo ellos tienen el don de santificar las ofrendas del pan y del vino, y hacer con ellos el Cuerpo y la Sangre del Señor, presencia de Cristo por antonomasia.
Todo nos habla de la presencia viva del Señor. En la celebración de nuestra fe se encuentra toda la gracia. Así lo decía un gran padre de la Iglesia, san Ambrosio: en la liturgia, "las cosas que no se ven son mucho más grandes que las que se ven". Por lo visible, a lo invisible.
¡Reconozcámoslo en la fracción del pan!
CONALI / ecc.
Campaña 1% 2014
Si observamos nuestra propia vida y la de los demás, nos daremos cuenta que todo es don de Dios. Todo lo que tuvimos, todo lo que tenemos y todo el futuro es un regalo de Dios que surge única y exclusivamente de su amor. Una de las tareas primordiales de la Iglesia es mantener viva la memoria en la sociedad. Solo una sociedad capaz de mantener una memoria agradecida será capaz de proyectarse en un plan común.
La obra de la Iglesia, dedicada a anunciar a Jesucristo como el Señor, como el enviado del Padre en medio de nosotros, es el punto de partida de una sociedad más justa y más humana, donde la categoría del don, del darse, de agradecer, prevalece por sobre la cultura que mira en primer lugar los intereses personales.
Por ello, al promover entre los católicos un compromiso real en el financiamiento de la Iglesia, no sólo se busca solventar su inmensa labor en variados campos, tanto explìcitamente religiosos como sociales. También con esto se contribuye a la paz, don precioso que todos anhelamos y que se nos presenta, a veces, tan esquivo. Haciendo nuestras las necesidades de la Iglesia, también hacemos propias las necesidades más acuciantes del mundo de hoy.
1% Iglesia / ecc.
Evangelii Gaudium
A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de tortura sino el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible.
Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades.
(EG 44).
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