Después de discutir con Jesús sobre el ciego curado con un milagro, los fariseos escuchan una parábola muy dura, por eso, aumenta su rencor. No tenían dudas que el Señor se refería a ellos al decir: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante"; "todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado". Sin duda que era una critica directa a la sinagoga y a los líderes religiosos del pueblo elegido.
El Templo y las reuniones religiosas ya no eran el lugar de la misericordia de Dios y el momento de unión de la gente con su Dios para renovar la alianza, sino una manera de ejercer poder y hacer dinero. Dirá al echar a los mercaderes: "Mi casa será llamada casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones".
Pero tampoco podemos olvidar lo que san Agustín opina sobre los pastores cristianos de su tiempo: "Esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores?" Es decir, que no tienen que apacentarse a sí mismos, en vez de apacentar las ovejas. ¿Y quienes son esos que se apacientan si mismos? Los mismos que señala el Apóstol: "Todos sin excepción buscan su interés, no el de Jesucristo.
De alguna manera, todos somos pastores y todos somos ovejas, los unos de los otros. Todos desempeñamos un rol en la Iglesia, en la familia y en la sociedad. Los textos nos invitan a revisar nuestras intenciones y actitudes, no a buscar culpables en la comunidad... El Señor nos exhorta a ser buenos pastores y nos da el ejemplo de cómo ejercer el pastoreo...
"Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas" (Juan 10,11).
P. Aderico Dolzani, ssp. / ecc
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