Concepto usado y abusado en este mes en que se acaban las vacaciones y se retoman el trabajo y los estudios, con todo lo que ello implica en una ciudad como Santiago. Acuñado por Hans Selye en 1950, el estrés es definido como la "respuesta del organismo a un estado de tensión excesiva, permanente, que se prolonga más allá de las propias fuerzas y se manifiesta a través de tres planos, físico, psicológico y conductual". Se presenta en aquellas personas que viven al borde del agotamiento, van acumulando un sobre esfuerzo constante, viven abrumados, sobre exigidos debido a la hiperactividad física y mental, generando una situación de alarma crónica. Se puede originar debido a las malas condiciones laborales, mala calidad en las interacciones sociales, ausencia de vínculos significativos, ausencia de límites, exceso de presión, etc.
Algunas de sus consecuencias son los accidentes de todo tipo, irritabilidad permanente, conflictos personales, familiares, laborales y sociales, vulnerabilidad a las enfermedades, confusión e ineficiencia.
En medio del estruendo de nuestro mundo necesitamos cada vez más calmarnos, respirar lenta y profundamente, hacernos el regalo de estar diariamente y por un rato en silencio, soledad y oscuridad, sin ningún ruido externo, solo así podemos entrar en nosotros mismos, y esto se logra cuando no nos dejamos influir por las exigencias perturbadoras del exterior. Es en la quietud donde tenemos diferentes experiencias, tenemos la sensación de que Dios nos mira y bajo sus ojos puedo ser como soy. Es en la quietud donde soy uno conmigo mismo y no uno más. En esta experiencia de unicidad, el tiempo se detiene y coincide con las eternidad.
Estudios científicos nos señalan que la presión y el miedo permanente nos enferman, incluso nos pueden llevar a la falta de sentido de la vida o a la muerte. Esto hace recordar una frase del filósofo Kierkegaard: "El silencio nutre, el ruido consume". Vivimos inmersos en el ruido, lo creamos, lo construimos, lo aceptamos y paradojalmente queremos hallar la calma, que cuando llega nos angustia, nos desorganiza, y comenzamos a huir de nosotros y precipitarnos en el ajetreo. Buscamos la tranquilidad fuera, pero es una forma errada, la tranquilidad empieza en el interior y empieza por el silencio, es lo que nos da fuerzas para hacer aquí y ahora lo que necesitamos realizar. El escritor Robert Walser lo decía: "Solo quien halla descanso dentro de sí, tiene la creatividad suficiente para poner en marcha algo nuevo".
María de los Ángeles Riera
Psicóloga Clínica y Formadora
de las Escuelas de Verano de la Vicaría Sur.
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