sábado, 8 de junio de 2013

Que difícil es creer en un solo Dios

Jesús ordenó a un muerto: ¡Levántate! El difunto se incorporó y comenzó a hablar. Nadie le había pedido ese milagro. Fue fruto de su mirada cariñosa a una madre viuda que quedaba, en este mundo, en una penosa situación.
Imaginemos hoy, con tanta gente en busca de sanaciones, un religioso, de cualquier rito, que simule milagros de este calibre... Arrasa a nivel mundial. Bien nos cabe una definición de Jesús de la sociedad de su tiempo: "generación incrédula". No obstante nos vemos tan necesitados de magia y profecías apocalípticas. 
No creo que lleguen los tes días de tinieblas, pero, por las dudas, me compro las velas benditas... y pido en la parroquia un litro de agua bendita.
No creo que el santo o la santa me castiguen si no paro en su santuario... pero, por las dudas, paro y dejo mi ofrenda... No creo que otros tengan poder para hacerme el mal, pero, por las dudas, que no falten agua bendita debajo de la cama, velas, oraciones y aceites para alejar todo daño... No creo en las cadenas de milagros y amenazas, pero, por las dudas, las difundo... Que difícil es creer en un solo Dios. Creemos, pero por las dudas le ponemos también una ficha a las otras creencias.
El evangelio nos muestra, en muchas ocasiones, que la fe es la que obra milagros, y que los milagros no hacen la fe. A Jesús lo veían realizar milagros, pero no creían y lo liquidaron porque molestaba.
También hoy lo que molesta no son los milagros, las apariciones, las visiones... Molesta una fe centrada en el Señor Jesús resucitado y presente en este mundo en nuestros hermanos, a quienes tenemos que tratar como a él mismo. Sobre esto nos juzgará, y no si hemos creído en otras cosas.

P. Aderico Dolzani, ssp.

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