Jesús se proclama rey frente al representante del Emperador de Roma, que en ese momento decidía sobre su vida. Declararse rey en esas circunstancias, era manifestarse como un rival del césar, podía equivaler a un suicidio.
Jesús aclaró que no se trataba de un reinado de este mundo, sino simplemente de un reinado de verdad. Que no es de este mundo, quiere decir que no se rige por las lógicas humanas, las alianzas de los estados, los intereses de las naciones y de los poderosos que nos gobiernan de cualquier manera. El poder absoluto es su objetivo, no el bien de las personas.
Decir que se trata de un rey de verdad, significa sólo que las palabras corresponden a las cosas, que no hay mentira en lo que se dice, algo que todos esperamos de nuestros gobernantes. La mejor pista la da el mismo Jesús, cuando en una definición de sí mismo: "Yo soy la verdad", si soy rey, no soy un rey mentiroso.
Jesús se define rey, pero aclara que no necesita soldados que lo defiendan, fijar impuestos, ministros que lo secunden ni personal a su servicio. Es exactamente al revés, él defiende a los suyos, sirve a las personas que lo siguen.
El Reino de Jesús se ensancha día a día; el del César y Pilato hace siglos que pasó a la historia. Ahí se ve la diferencia de los dos reyes: uno que se impone a los demás reinos, y otro que sirve a todos los hombres.
Entramos en su reino el día de nuestro bautismo, que nos hace sacerdotes (bendecimos, maldecimos y podemos presidir una oración), profetas (anunciamos a Jesús resucitado en el mundo) y reyes. Con esta gracia bautismal los cristianos tenemos la capacidad y la obligación de ser libres frente a toda esclavitud de ídolos económicos, sociales, ideológicos, políticos. No se puede entender que un cristiano que celebre a Cristo Rey y es rey con Cristo, pierda su libertad frente a cualquier ídolo de esta Tierra.
Pero no nos confundamos, es él quien reina de verdad, quien nos defiende, nos anima, nos guía, porque dio su vida por nosotros. Nos queda entonces el humilde pero importantísimo rol de servir, como él nos enseñó.
"Tú lo dices, yo soy rey" (Jn 18,37).
Esta celebración es toda una alabanza a Cristo, rey del universo, rey de los corazones: un rey que no excluye a nadie y quiere salvar a todos con la fuerza de su amor misericordioso.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Pilato llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres Tú el rey de los judíos?" Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?" Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que haz hecho?" Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces Tú eres rey?" Jesús respondió: "Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de verdad, escucha mi voz".
Palabra del Señor.
Delante de Pilato, representante del mayor imperio de la historia, Jesús proclama su realeza. Él es rey, pero su reino no es de este mundo. El suyo es un reinado de verdad, de justicia, de amor y de paz.
P. Aderico Dolzani, ssp.
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