viernes, 14 de septiembre de 2012

El centro del Evangelio

El evangelista Marcos expone la pregunta clave de Jesús: "¿quien dice la gente que soy yo?". Los discípulos le manifiestan las diversas opiniones que circulaban. Todos concuerdan en que es una persona extraordinaria y lo colocan en la alta categoría de los profetas. A él, en realidad, no le interesan las opiniones, sólo quiere sondear el corazón de sus discípulos.
Jesús formula la pregunta central: "Y ustedes, ¿quien dicen que soy yo?". La respuesta no puede ser sino directa y clara, y la expresa Pedro: "Tú eres el Cristo, el Mesías". No es todavía una respuesta completa, que no llegará hasta el final del evangelio y será pronunciada por el centurión romano, mientras ve morir a Jesús en la cruz: "¡Verdaderamente éste es el Hijo de Dios!"
Pedro está dando los primeros pasos como discípulos. Le cuesta aceptar un Mesías diferente del que le han inculcado: un hombre potente, fuerte, que habría liberado a Israel de la potencia de los enemigos romanos y liderado, después de la libertad recuperada, un futuro de grandeza para el pueblo de Dios.
Inmediatamente, Jesús comienza a confesarles a sus discípulos camino a Jerusalén, que allí será perseguido y terminará condenado a muerte. Pedro lo quiere disuadir. La respuesta que recibe es la misma que Jesús utilizó para rechazar al demonio al final de las tentaciones en el desierto: "Aléjate de mí, Satanás".
En oposición a Pedro, que invitaba a Jesús a salvar su vida, Jesús es quien nos propone a todos nosotros su vocación de redentor: "El que quiera salvar la propia vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí y la Buena Noticia, la salvará".
El centro del evangelio y de la vida de fe, no es otro que reconocer a Jesús como el Hijo de Dios, que entregó la vida por todos los hombres y nos llama a hacer lo mismo.
Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?  (Mc 8, 35).
P. Aderico Dolzani, ssp


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