domingo, 9 de marzo de 2014

Ni Jesús se salvó de las tentaciones

Para salvarnos, desde nuestra situación, respetando nuestra libertad, Jesús se hace hombre como nosotros... sujeto a las necesidades humanas y a las tentaciones... Nos enseña desde la vida y no desde la teoría.

Jesús ayuna cuarenta días y cuarenta noches, como la lluvia del diluvio, la estadía de Moisés en el Sinaí, los años de Israel en el desierto. Al fin tiene hambre y, acercándose al tentador, le dice a Jesús: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan". La misma tentación del pueblo de Israel  hambriento en el desierto cuando tiene hambre y se rebela recordando las cebollas y la carne de Egipto. El diablo sugiere que Jesús se manifieste como es, el Hijo de Dios, pero también que no sufra por ser un privilegiado. Muchas veces, las tentaciones se disfrazan de bondad...

La otra tentación es en el Templo, lugar santo. En una concepción rabínica, se narra que el Mesías se revelaría estando de pie, sobre el techo del templo, para anunciar a Israel que la redención había llegado. Allí, y a la hora de los sacrificios, hubiese sido un momento más que propicio para presentarse como el Mesías... La tentación nos persigue en todos los lugares, hasta los más santos y utilizando la Biblia...

Finalmente, el escenario es el panorama de las potencias de este mundo... Todas pueden rendirse a tus pies si... renuncias a lo que el Padre te llamó... La tentación nos persigue en la vida diaria haciéndonos pensar que, alejándonos del camino del evangelio, vamos a progresar personalmente y materialmente....

El diablo se aleja... Pero Jesús tendrá otras tentaciones, como cuando lo quieren hacer rey, cuando Pedro quiere que no vaya a Jerusalén, cuando sus familiares quieren que vuelva a casa y deje su vocación... Hasta en la cruz...

No hay persona o institución que no tenga sus tentaciones... No hay persona ni institución que no pueda superarlas, porque el que venció nos dijo: "Yo he vencido el mundo por ustedes, siendo como ustedes". Ahora él está con nosotros y con él podemos vencer cualquier tentación.  

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio (Mt 4, 1).
P. Aderico Dolzani, ssp.



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