domingo, 17 de febrero de 2013

La Palabra es la fuerza

A cada persona le llegan las tentaciones a medida. Santo o pecador, hombre o mujer, cura o laico, rico o pobre, sabio o ignorante, viejo o joven, las tentaciones siempre llegan más a tiempo que el calendario y más medida que la camisa. Y Jesús que al encarnarse aceptó nuestra condición humana, no fue la excepción y tuvo las tentaciones a medida del Mesías, Salvador e Hijo de Dios.
El diablo quiso hacerlo confiar en los milagros fáciles (convertir las piedras en pan), que es confiar mucho en Dios para ahorrarse el esfuerzo común de los mortales. Jesús venció con la fuerza de la Palabra.
Entonces el tentador cambió de piel pero no de maña. Se presentó como un triunfo de Dios: tirarse del pináculo del Templo y ser salvado por Dios que no puede dejar morir a su Hijo: un espectáculo de falsa religiosidad. Jesús volvió a vencer con la fuerza de la Palabra.
Y finalmente probó con la tentación de las tentaciones: el poder. Todo el mundo rendido a los pies de Jesús: la ambición personal enmascarada de religión: con tal de que no se toque al verdadero poder. Jesús volvió a vencer con la fuerza de la Palabra.
No somos Jesús, pero de sus tentaciones no está exento ningún cristiano, ni nosotros, ni nuestras comunidades parroquiales, comunidades y familias. Y cuanta más autoridad tengamos, más fuertes serán las tentaciones. Claro que siempre a nuestra medida y debilidades. Pero lo suficientemente fuertes como para hacernos tambalear.
Siempre hay momentos en que pasan por nuestra mente ideas mágicas, milagreras, triunfalistas o de alianzas con cuanto poder se nos acerque. La tentación es siempre la ocasión para poner las cosas fuera de lugar: nosotros en lugar de Dios, la magia en lugar de la fe, el placer en lugar del sacrificio, mi provecho en lugar del derecho del prójimo... Parece que la tentación trae aparejado el desorden...
El contacto cotidiano, o al menos frecuente, con la Palabra de Dios pone todas las cosas en su lugar. Pone en orden la vida personal y comunitaria. Ni más arriba ni más abajo, sino donde deben estar.
"Retírate Satanás, porque está escrito..."   (Mateo 4, 10).

P. Aderico Dolzani, ssp.

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