TUS PECADOS, te son perdonados
El Sacramento de la Reconciliación o de la Penitencia es, por excelencia, el sacramento de la misericordia de Dios. ¿Quién podría afirmar que "merece" el perdón de sus pecados? ¿Quién podría exigir al Señor un perdón que él da gratuitamente y un amor que él derrama sobreabundantemente siempre?
Es lo que hoy brilla en el centro de las lecturas bíblicas.
La primera relata cómo, apenas el rey David reconoce que ha pecado, el profeta le dice: El Señor ha borrado tu pecado: no morirás. Basta el humilde reconocimiento de la falta cometida, y Dios regala de inmediato su perdón y la vida. El evangelio narra la conmovedora escena de la mujer pecadora que besa y unge con perfume los pies de Jesús, agradecida por el perdón de sus muchos pecados. Por ese perdón recibido, dice Jesús, demuestra mucho amor.
Vale la pena, mediando ya este Año de la Misericordia, considerar la importancia y hermosura del sacramento que la Iglesia celebra para cumplir aquella palabra del Señor Resucitado que dice a sus Apóstoles: A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedan perdonados (Juan 20,23). Los Apóstoles y luego los sacerdotes de la Iglesia, han cumplido esta palabra desde hace dos mil años, administrando el Sacramento de la Reconciliación. Y saben que, al hacerlo, se comprometen a ser instrumentos de un perdón que es de Dios, no del hombre, y que ellos deben administrar con una misericordia que refleje la del mismo Dios.
La misericordia de Dios produce, en quien es perdonado, una alegría indecible: cuanto mayor el pecado es perdonado, como dice Jesús en el evangelio de hoy, mayor es ese gozo, mayor la gratitud, mayor la certeza de que Cristo, que murió por amor a nosotros, y fue resucitado por el Padre a la Vida plena, vive en los corazones renovados por el perdón.
Primera lectura: 2 Sam 12, 7-10.13
El reconocimiento del propio pecado, como hace el rey David en esta lectura, siempre conmueve a Dios. Y vemos cómo responde a ese reconocimiento.
Lectura del segundo libro de Samuel.
Salmo 31: Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
Segunda lectura: Gal 2, 16. 19-21
San Pablo era fariseo, celoso de la Ley. Pero su encuentro personal con Cristo le muestra que no es la Ley, sino la fe lo que salva al hombre.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia.
Aclamación al Evangelio.
Aleluya. Dios nos amó primero, y envío a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Aleluya.
Evangelio: Lucas 7, 36-8.3
El perdón de Dios es la demostración más elocuente de su misericordia. Y suscita en quien es perdonado, el amor a un Dios que nos ama y perdona siempre.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un fariseo invitó a Jesús a comer con Él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesus estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de Él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlo con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!" Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di Maestro", respondió él. "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?". Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados. Por eso demuestra mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor". Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados". Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?" Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que lo ayudaban con sus bienes.
Palabra del Señor.
Reflexión: Es bueno situarnos en el lugar de la mujer pecadora y perdonada, que demuestra mucho amor por el perdón recibido.
¿Como estoy viviendo el Sacramento de la Reconciliación, por el que el Señor perdona mis pecados?
¿Es una fuente permanente de gracia para mi camino de seguimiento de Cristo?
¿Es causa de amor a Dios y a mis hermanos?
Comisión Nacional de Liturgia
El Domingo, día del Señor
Eduardo Carreño C. - Comunicaciones - Parroquia San Gregorio


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