¿No le habíamos prohibido enseñar en nombre de ese?
La libertad y valentía de los Apóstoles les permitió responder con toda claridad: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres". Esa claridad nos hace mucha falta en nuestros días. estamos más inclinados a las componendas humanas, que a las posturas transparentes producto de la fe en Cristo Resucitado. La libertad hace más incisiva y eficaz la fuerza del evangelio, que se orienta a que, arrepentidos de nuestro pecado, busquemos la infatigable misericordia de Dios. Es el Cordero de Dios inmolado el único que tiene la capacidad para abrir los sellos del libro de la Vida.
La triple confesión de amor supera la triple negación en la que Cristo edifica su Iglesia, haciéndola traspasar las vicisitudes de la historia. Solidificados en un amor fiel podremos mirar el futuro con la esperanza y la seguridad de que Dios no abandonará a su Pueblo. El sendero de la iglesia arranca así en la historia y desemboca en la eternidad. Este es el camino de la persona humana invitada hoy, como ayer, a remar y echar las redes mar adentro. Una Humanidad que sin Dios se fatiga inútilmente, pero que obediente a la voz de su Señor se vuelve tan fecunda que las redes parecen reventarse en abundante "cosecha". El Señor sigue preguntando con toda la sed de su amor: ¿Me amas? Pero nosotros continuamos titubeando ante esta pregunta, respondiendo con tibieza, sin atrevernos todavía a apasionarnos por él y amarle con intrepidez. Cierto que no podemos abstraernos del camino del dolor y de la cruz, pero es el único camino que abrirá las grandes alamedas por donde circule el hombre que se unirá al coro de alabanzas que al final de los tiempos eleve sus voces a Dios, por Cristo el Cordero inmolado, en la fuerza del Espíritu Santo.
Los Apóstoles llenaron Jerusalén de las enseñanzas de Jesús. Hoy nosotros hemos de llenar el mundo entero, y para esto tenemos el don del Espíritu Santo. Hemos de permitir que echando las redes mar adentro, profundicemos en nuestro corazón y la resurrección de Cristo arraigue ahí su fuerza y nos transforme en heraldos de la Buena Noticia.
Es como si nos pusieramos hoy a las orillas del lago de nuestra vida y el Señor, volviera a preguntarnos, en ese momento de intimidad y amor: ¿Me amas?... de nosotros depende una respuesta que nos apasione en la misión... pues el amor de Dios no es para guardarlo en la intimidad, sino para gritarlo desde los tejados de la vida... así propagar a todos las alegría pascual, y el Cordero siga tributando al Padre toda alabanza y ¡Gloria!.
Primera lectura: Hechos 5, 27 - 32. 40 - 41
Ante las amenazas de los jefes judíos, Pedro y los demás apóstoles, reaccionan vigorosamente manifestando que, por obedecer a Dios, ellos predican a Jesús, como única guía y salvador de los hombres.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Salmo responsorial: Sal 29,
Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste.
Segunda lectura: Apocalipsis 5, 11 - 14
En sus visiones, Juan describe el clima de alabanza de los ángeles, de los santos y de toda la creación a Jesús, el Cordero sacrificado por nosotros.
Lectura del libro del Apocalipsis.
Aleluya. Resucitó Cristo, que creó todas las cosas y tuvo misericordia de su pueblo. Aleluya.
Evangelio: Juan 21, 1 - 19
Además de presentar una de las tantas apariciones de Jesús, la pesca milagrosa narra la triple confesión de fe de Pedro... y como está dispuesto a amar, Jesús le confía el pastoreo de su Iglesia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús resucitado se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era Él. Jesus les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No". Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban solo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quien eres?", porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". Él le respondió: "Sí, Señor, Tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos". Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Si, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, Tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le digo: "Sígueme".
Palabra del Señor.
Reflexión: ¿Cual es el camino que abre a nosotros la fuerza del resucitado?, ¿puedo decir que he encontrado en mi vida, a Jesús resucitado?, ¿a que nuevos desafíos me invita?, ¿puedo hacer este camino solo?, ¿que rol juega en esta novedad mi familia, mi comunidad, mi entorno laboral?.
Palabra del Señor.
Reflexión: ¿Cual es el camino que abre a nosotros la fuerza del resucitado?, ¿puedo decir que he encontrado en mi vida, a Jesús resucitado?, ¿a que nuevos desafíos me invita?, ¿puedo hacer este camino solo?, ¿que rol juega en esta novedad mi familia, mi comunidad, mi entorno laboral?.
El Domingo, día del Señor
La Liturgia Cotidiana
Eduardo Carreño C. - Comunicaciones
Parroquia San Gregorio.
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