El Padre Misericordioso
El evangelio de hoy en el cuarto domingo de Cuaresma, comienza narrando que "todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo"; y el evangelista Lucas parece subrayar con satisfacción el tipo de gente con la que trataba el Señor. Continúa: "Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Los fariseos y escribas se escandalizaban de que Jesús compartiera la mesa con los pecadores, porque consideraban que eso era participar de su impureza. Para nosotros, en cambio, este relato es evangelio, es Buena Noticia.
¿No es, en verdad, una tremenda noticia que alguien como Jesús frecuente a los pecadores? La Eucaristía dominical, que reúne a tantas comunidades en torno al altar, ¿no es acaso una invitación a compartir la mesa del Señor a todos nosotros, que somos pecadores? ¿No nos dirige a nosotros la palabra, no nos da a comer de su mismo pan y a beber de su misma copa?
Pareciera que la liturgia de cada domingo realizase estos versículos del evangelio de Lucas. ¿Quien de nosotros merece ser invitado por el propio Jesús a su banquete? ¡Gracias Señor, por este inmerecido y permanente regalo!
Quienes se consideran buenos y se sienten perfectos nunca podrán comprender este relato evangélico ni alegrarse por su buena noticia. Quienes no tengan necesidad de ser acogidos, perdonados y abrazados razonan, ayer y hoy, como esos escribas y fariseos: Porque, a primera vista, su crítica a Jesús parece razonable. Pero... Jesús les responde no hablando de sí mismo, sino del Padre. Y lo hace por medio de la notable parábola del "Hijo pródigo", que más acertadamente deberíamos llamar del "Padre misericordioso". Ella esconde el tesoro que este año estamos celebrando en toda la Iglesia, llamados por el papa Francisco: la MISERICORDIA, atributo esencial y constitutivo de Dios nuestro Padre.
Nos reunimos en este domingo para alimentar nuestra fe y nuestro deseo de conversión. La parábola del Padre misericordioso, leída en el Año de la Misericordia que estamos celebrando como Iglesia en todo el mundo, nos anima en el camino cuaresmal. Celebremos el cuarto domingo de Cuaresma, Domingo "laetare" ("alégrense"), en el gozo de ser perdonados y amados por el Padre Dios.
Papa Francisco: Dios nos espera siempre: hermoso ícono del padre y del hijo pródigo. El padre vio al hijo desde lejos, porque lo esperaba y todos los días iba a la terraza para ver si volvía su hijo. El padre, pues, esperaba el regreso de su hijo, y así, "cuando lo vió llegar, salió corriendo y se echó a su cuello". El hijo, en el camino de retorno, había preparado incluso las palabras que iba a decir para presentarse de nuevo en casa: "Padre, he pecado contra el cielo y contra tí; ya no merezco llamarme hijo tuyo". Pero el padre no lo dejó hablar, y con su abrazo le tapó la boca. La parabola de Jesus nos permite comprender quién es nuestro Padre: el Dios que nos espera siempre. Alguien podría decir: "Pero, Padre, ¡yo tengo tantos pecados que no sé si Él estará contento! ¡Prueba! Si quieres conocer la ternura de este Padre, ¡ve a Él y prueba! Después, me cuentas.
Primera lectura: Jos 4, 19; 5, 10-12
La misericordia y providencia de Dios con su pueblo se exterioriza acompañándolo y dándole lo necesario, en cada momento. El maná fue solo un alimento mientras Israel caminaba por el desierto.
Lectura del libro de Josué.
Salmo: ¡Gusten y vean que bueno es el Señor!
Segunda lectura: 2 Cor 5, 17-21
San Pablo nos demuestra cómo Jesucristo transforma toda nuestra persona al reconciliarnos con Dios. En efecto, él es el rostro de la misericordia del Padre.
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Versículo antes del Evangelio:
Iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti.
Evangelio: Lc 15, 1-3, 11-32
Jesús nos demuestra que el Padre es misericordioso acogiendo con una fiesta al hijo que vuelve a su casa. el Padre quiere que todos compartamos la fiesta del perdón.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos", Jesús les dijo entonces esta parábola: "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida inmoral. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!" . Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra tí; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros". Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. Él le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo". Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado". Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado".
Palabra del Señor.
Cristo, quieres que yo sea feliz y dichoso, gozando en tu casa de tu presencia, de tu Palabra, de tu paz y de tu Pan. Pero, seducido por el demonio, no te hago caso y me marcho. O me quedo en casa de mala gana, aguantando, sin darme cuenta de que todo lo que tiene el Padre es mío y quiere que lo disfrute como hijo querido. Si soy el hijo pródigo, me uno a él en la firme decisión: ¡Me pondré en camino adonde está mi Padre, volveré a la Iglesia por medio de la cual me diste la fe que me salva!
Liturgia Cotidiana
El Domingo, día del Señor
Evangelio 2016 - Jubileo Extraordinario de la Misericordia
Papa Francisco
Eduardo Carreño C. - Comunicaciones
Parroquia San Gregorio





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