jueves, 21 de enero de 2016

El Don de la Palabra

Cuando alguien sabe hablar bien, discursear con arte, expresarse de modo cautivador, decimos que tiene "el don de la palabra". hay alguien que no "tiene" ese don, porque él mismo "es" el don: Jesucristo , palabra hecha carne. "En el principio existía la Palabra... y la Palabra era Dios", dice san Juan (1,1).

Mucho antes que Dios se revelara en Jesucristo, sin embargo, ya lo hacía por medio de su Palabra. recordamos el  relato de la Creación, donde Dios habla y a su orden va surgiendo el universo, el mundo y sus habitantes y, finalmente, el ser humano. Luego, por medio de su Palabra, se revela a los patriarcas y a los profetas. Tan valiosa es su palabra, que se pone por escrito y surge lo que hoy llamamos "Biblia": la Sagrada Escritura. Por ella fueron iluminadas todas las generaciones de creyentes hasta que, en el alba de nuestra era, "la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros" (Jn 1,14)

¡Es Dios quien, de verdad, tiene el don de la Palabra! ¡Es él quien nos regala su Palabra en el Antiguo Testamento, más aún: en el evangelio, es el propio Jesús quien lee e interpreta la Palabra en la sinagoga de su pueblo, Nazaret. Lee una Palabra viva, que "hoy se ha cumplido". 

Jesús, Palabra hecha hombre, es el gran don del Padre a la Humanidad sedienta de amor, de verdad y de sentido. Y es Palabra verdadera, confiable, firme. No es palabra "que se lleva el viento",  sino Palabra que cala hondo en el corazón del hombre bien dispuesto.
Que lo convierte. Es Palabra que cumple la voluntad de Dios para la Humanidad: que todos tengan vida, especialmente los pobres y sufrientes. En cada discípulo que continúa la misión de Jesús, se cumple la voluntad de Dios y se perpetúa "el don de la Palabra".

En medio del verano es bueno reunirse para escuchar la Palabra de Dios.

Primera lectura: Neh 8, 2-4. 5-6. 8-10
La fuerza de la Palabra de Dios ha acompañado toda la historia del pueblo de Israel y de la Iglesia, hermoso relato del libro de Nehemías.

Salmo responsorial: Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida.

Segunda lectura: 1 Cor 12, 12-30
La Iglesia es una, pero sus miembros somos muchos y diversos. ¿Cómo entender este misterio de unidad y de rica diversidad? 

Aclamación al Evangelio:
Aleluia. El Señor me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos. Aleluia.

Evangelio: Lc 1, 1-4; 4, 14-21
Comienza el evangelio de san Lucas. El autor revela el cuidado que ha tenido en recoger las tradiciones orales sobre Jesús y luego nos narra el episodio de la sinagoga de Nazaret. 

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. 
Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas de ellos y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriendo, encontró el pasaje donde estaba escrito: 
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor". Jesús cerró el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en Él. Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".


Palabra del Señor.

Reflexión:
¿Que papel juega en mi vida creyente la lectura y meditación de la Palabra de Dios?

¿Puedo abrirle un mayor espacio en mi vida, por ejemplo por medio de la "Lectio Divina", esa nutritiva lectura orante de larga tradición en la Iglesia?

¿Soy yo mismo palabra edificante, consoladora y alegre para quienes me rodean?


Comisión Nacional de Liturgia

Eduardo Carreño C. Comunicaciones
Parroquia San Gregorio














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