domingo, 31 de mayo de 2015

La Santísima Trinidad - Solemnidad

Sumergirse en el misterio
Jesús se despide de los discípulos y los envía a predicar a todo el mundo. Pero, más que alejarse de ellos, les asegura su continua presencia hasta el fin de los tiempos. Así está hoy con nosotros, los destinatarios actuales de ir a anunciar y bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo.

Bautizar para nosotros significa un rito de iniciación cristiana. Para los Apóstoles, expresaba literalmente la idea de sumergirse en el agua y, además en el amor de Dios como Jesús se bautizó (sumergió) en nuestra realidad humana.


El misterio de la Santísima Trinidad, en general, se considera poco importante. Se lo piensa como una doctrina de fe sin influencia en la vida cotidiana. Lo aceptamos como un misterio que no podemos comprender y que no repercute en nosotros. Sin embargo, el evangelio de hoy nos explica cómo debemos comprender la Iglesia de nuestro tiempo, dentro del misterio de la Trinidad.

La primera certeza que nos da es que "Él estará con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Esta auténtica presencia del Resucitado en la comunidad exige, de nosotros, la confianza y la esperanza en los momentos difíciles, y el coraje de reconocerlo en toda circunstancia.

Una segunda verdad es que somos Iglesia, mientras estamos en estado de misión: "Vayan y hagan mis discípulos a todas las naciones". La Iglesia es una gran escuela de discipulado, en la cual, más que conocimientos y respuestas, se aprende a poner en práctica un gran proyecto de vida, siguiendo a Jesús. Él mismo se había ofrecido como ejemplo. "Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón".

El dinamismo que se nos propone en el misterio de la Santísima Trinidad tiene que dinamizar nuestra vida cotidiana de fe y nuestra práctica cristiana: ir, enseñar y bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo.

"Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo"  (Juan 16,13).

Bendita sea la Santísima Trinidad: Dios Padre, el Hijo unigénito de Dios y el Espíritu Santo, porque has tenido misericordia con nosotros.

La liturgia de la Santísima Trinidad nos propone adorar el misterio central de nuestra fe: Dios que es uno en su naturaleza y trino y trino en las personas. Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es familia: de él venimos y hacia él caminamos.

1a Lectura del libro del Deuteronomio 4, 32-34. 39-40.
El cristiano es un testigo privilegiado de la presencia de Dios en la creación y en la historia.

Salmo 32, 4-6. 9. 18-20. 22

2a Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma. Rom 8, 14-17
El Espíritu Santo nos capacita para descubrir e invocar a Dios como nuestro Padre.

Invocación.
Aleluya. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene. Aleluya.

Evangelio: Mateo 28, 16-20
Jesús envía a apóstoles al mundo para que continúen con su misión en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Llevemos con nosotros la alegría de ser la familia de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Deseamos de ahora en más testimoniar este gozo que nos compromete a construir nuestro mundo según el Dios trinitario que creemos.

P. Aderico Dolzani, ssp.                         Eduardo Carreño C.
                                                  Comunicaciones Parroquia San Gregorio




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