viernes, 28 de noviembre de 2014

¡Ven, Señor Jesús!

Comenzamos un nuevo año litúrgico, en el que la Iglesia lee -principalmente- el evangelio de Marcos. En su estilo breve y directo nos introducirá en el camino del Mesías Crucificado. El inicio del Adviento reaviva en nosotros una de las actitudes fundamentales de la vida cristiana: la esperanza vigilante. Vivimos en una semana y vigilante espera de la venida del Señor.


Estar despiertos
Todos tenemos la experiencia de adormecernos en algún momento en que deberíamos estar despiertos: el sopor nos invade lentamente, el cuerpo de relaja, hay unos breves instantes de una semiconsciencia, y nos abandonamos -sin quererlo- al sueño que nos lleva muy lejos.

En realidad no es algo muy distinto lo que puede ocurrirnos en nuestra vida cristiana. El pasar del tiempo, la reiteración de situaciones que nos ponen algo escépticos y distantes, la rutina de las costumbres y el peso de nuestro pecado, nos van instalando en actitudes y estilos de vida que nos resultan más o menos cómodos y... nos adormecemos, perdemos la actitud de vigilante espera del que aguarda un acontecimiento decisivo. 

Salir al  encuentro del Señor.
El texto evangélico de este domingo nos llama a no dejarnos adormecer por el paso del tiempo y el sopor de las situaciones. Es una llamada a estar despiertos y vigilantes en la espera del Señor que viene.


El Señor Jesús ya ha venido y está presente en nuestro mundo, y nos prepararemos a celebrar esta venida en Navidad. Pero, también, aguardamos la venida gloriosa del Señor al final de los tiempos; estamos hoy aguardando la venida de Jesucristo, en gloria y majestad, que significa el final de toda la historia en la plenitud de Dios. Es la serena espera del Señor que renovemos en cada celebración eucarística: anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús.

La vida del discípulo es una vida en vigilia, aguardando el acontecimiento decisivo del encuentro con Jesucristo, el Señor que ha venido, que viene y que vendrá. El llamado es a permanecer despierto, sin dejarnos adormecer en la inercia de este mundo. Nuestro ven, Señor Jesús quiere expresar la actitud de espera activa del discípulo que  sale al encuentro del Señor que viene.

Iniciamos el Adviento reconociendo humildemente que nos hemos adormecido y que somos débiles, necesitamos que el Señor nos despierte para acogerlo en nuestra vida y en nuestro mundo.

CONALI


Evangelii Gaudium


Quien puede predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta. 
De esta manera, la predicación consistirá en esa actividad tan intensa y fecunda que es "comunicar a otros lo que uno ha contemplado". 
(EG 150). 











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