La celebración del Nacimiento del Señor está ya muy cerca. A nuestro alrededor vemos el ir y venir de muchos que se afanan en las compras y los regalos. Los cristianos, nosotros, que también queremos vivir estos días con alegría, queremos celebrarlos con profundidad, desde la fe. Más que preparar las cosas, queremos prepararnos a nosotros mismos.
La Palabra de Dios de este cuarto domingo de Adviento, nos recuerda que lo más importante no es lo que nosotros hacemos, sino lo que Dios realiza. Él es quien viene a nosotros para dar cumplimiento a su promesa de salvación en Jesús. Lo escuchamos en la primera lectura. David quiere construir un templo a Dios, está preocupado de reservar un "espacio" a Dios, en cambio Dios está preocupado de compartir la historia del hombre, de hacerse espacio en ella, por eso le promete una dinastía eterna de la cual nacerá el Rey - Salvador. Esta dinastía será mucho más importante que todos los templos que David o sus descendientes puedan construir, pues de ella nacerá el Salvador.
Por su parte el evangelio según san Lucas no muestra que el cumplimiento de la promesa de Dios se realiza en la historia gracias al ¡Sí! generoso y confiado que María da al plan de Dios, su vientre llega a ser templo en el cual Dios viene a habitar. La respuesta de la joven virgen de Nazaret, que confía plenamente en la sabiduría de Dios, ha de ser modelo de nuestra apertura de fe a la acción de Dios en nosotros.
Cuando celebramos la eucaristía es siempre Navidad, porque el Señor Resucitado, se hace presente realmente en medio nuestro, en la Palabra que se nos proclama, en el pan y vino convertidos en su Cuerpo y Sangre. El mismo Espíritu que obró en María, obra la maravilla de hacer presente al Señor en su Iglesia.
Comisión Nacional de Liturgia Eduardo Carreño C.
Comunicaciones
Parroquia San Gregorio.
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