Esta preciosa frase del evangelio en labios de Cristo le ha valido el nombre al cuarto domingo de Pascua, conocido como Domingo del Buen Pastor. Jesús nos enseña que su conocimiento y amor por nosotros, sus ovejas, es tan profundo como la intimidad entre él y su Padre. La bondad del pastor radica en conocer las ovejas, en que estas lo conozcan y en la donación total de la vida por ellas. Jesús nos conoce en plenitud, vitalmente, ante él no existe vergüenza ni temor, sino la confianza plena de saberse amado.
El ser parte del rebaño del Señor tiene también exigencias. Una de estas es conocer a su Pastor. El ser cristiano obliga conocer a Jesucristo, su Palabra y voluntad; reconocer reconocer su voz hoy en la Iglesia, en los pobres y en los signos de los tiempos. Dios nos pide vivir en la tensión evangélica de aquel que está atento al Señor que pasa a su lado.
¡Qué amor nos ha tenido el Padre! Nos recuerda enfáticamente el apóstol san Juan. Pues somos hijos de él gracias a la pasión, muerte y resurrección de Cristo, Buen Pastor, quien ha dado la vida por sus ovejas.
El Cirio Pascual encendido nos recuerda que ningún otro puede salvar, sino que él es quien se ha consumido a sí mismo en la cruz para convertirse, con su resurrección, en piedra angular.
El Cirio Pascual encendido nos recuerda que ningún otro puede salvar, sino que él es quien se ha consumido a sí mismo en la cruz para convertirse, con su resurrección, en piedra angular.
Hoy, como ovejas del redil aún peregrinas en esta tierra, elevamos nuestra oración, con confianza y alegría, pidiendo al Padre nos conceda compartir la admirable victoria de nuestro Pastor, que con su muerte venció nuestra muerte y nos dio la Vida eterna.
Primera lectura:
San Pedro, con la valentía otorgada por el Espíritu Santo, afirma que Cristo crucificado y resucitado es la piedra angular sobre la cual edificar nuestra vida. Solo en él está la salvación.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Salmo: Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor.
Segunda lectura:
San Juan en su carta, maravillado por el don de ser hijo de Dios, nos invita a elevar nuestra mirada, llenarnos de esperanza, porque un día seremos como Cristo resucitado y glorioso.
Aclamación al Evangelio
Aleluya. "Yo soy el Buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí", dice el Señor. Aleluya.
Evangelio:
Jesús es el Buen Pastor. Ante los peligros o dificultades de la vida sabemos que él no nos abandona, sino que su amor lo lleva al extremo de dar libremente su vida por nosotros.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Reflexión: El ser parte del rebaño de Cristo nos regala el sabernos conocidos y profundamente amados por él. La Iglesia, rebaño del Señor, camina hacia las verdes praderas de la Vida eterna bajo la guía de su único Pastor. La bondad de Cristo nos pone también una exigencia: conocerlo y amarlo a él. Nosotros, enamorados de Cristo, somos invitados a reconocerlo hoy en sus distintas presencias. No podemos olvidar que es él quien hoy nos convoca, él quien nos habla en su Palabra, él quien nos enseña por medio de la Iglesia, él quien nos espera e interpela en la persona del hermano necesitado.
Primera lectura:
San Pedro, con la valentía otorgada por el Espíritu Santo, afirma que Cristo crucificado y resucitado es la piedra angular sobre la cual edificar nuestra vida. Solo en él está la salvación.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Salmo: Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor.
Segunda lectura:
San Juan en su carta, maravillado por el don de ser hijo de Dios, nos invita a elevar nuestra mirada, llenarnos de esperanza, porque un día seremos como Cristo resucitado y glorioso.
Aclamación al Evangelio
Aleluya. "Yo soy el Buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí", dice el Señor. Aleluya.
Evangelio:
Jesús es el Buen Pastor. Ante los peligros o dificultades de la vida sabemos que él no nos abandona, sino que su amor lo lleva al extremo de dar libremente su vida por nosotros.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Reflexión: El ser parte del rebaño de Cristo nos regala el sabernos conocidos y profundamente amados por él. La Iglesia, rebaño del Señor, camina hacia las verdes praderas de la Vida eterna bajo la guía de su único Pastor. La bondad de Cristo nos pone también una exigencia: conocerlo y amarlo a él. Nosotros, enamorados de Cristo, somos invitados a reconocerlo hoy en sus distintas presencias. No podemos olvidar que es él quien hoy nos convoca, él quien nos habla en su Palabra, él quien nos enseña por medio de la Iglesia, él quien nos espera e interpela en la persona del hermano necesitado.
El Domingo, día del Señor.
Comisión Nacional de Liturgia
Eduardo Carreño C. - Comunicaciones